Hambre nerviosa: cómo gestionar la necesidad de comer comida chatarra

El hambre nerviosa es la búsqueda de algo para comer que pueda consolar una necesidad emocional: aquí hay tres consejos para manejar los ataques de hambre.

Cuando sufrimos un ataque de hambre nerviosa solemos ir a buscar algo rico en calorías y particularmente agradable .

Buscamos comida chatarra, a veces dulce y a veces salada, a veces cambiamos sin problemas de una a otra: solo importa que esté lista saciar el vacío que percibimos.

A veces, este vacío es más emocional que cualquier otra cosa.

El hambre nerviosa, por otro lado, dice el propio nombre, proviene de las emociones que luchamos por manejar.

Por lo general están involucrados ira, aburrimiento, ansiedad, la necesidad de sentirse saciado de amor, vida, cariño.

Para silenciar estos ataques de hambre descontrolada, por lo tanto, la mejor manera es tratar de comprender qué lo desencadena y comportarse en consecuencia.

Te explicamos cómo hacerlo.

3 trucos para combatir el hambre nerviosa

(Continúe debajo de la foto)

Identificar la fuente del estrés.

Para manejar mejor el hambre nerviosa, tienes que entender de dónde parte.

Llegar a la fuente del estrés y la incomodidad que está experimentando le ayudará a sentir que tiene el control de la situación.

En ese punto puedes actuar tanto en el hecho mismo como en lo que sientes.

No guardes (demasiada) comida chatarra en casa

La comida rica en calorías es mala para ti.

Siempre lo hemos sabido y somos conscientes de que todo está en las cantidades.

En resumen, disfrutar de pequeños placeres está bien, atracón no.

Si sabes que te cuesta manejar esos momentos evitar comprar comida chatarra y comuníquese con un profesional que pueda ayudarlo a llegar al fondo.

Encuentra alternativas (igualmente agradables) a la comida.

Si se da cuenta de que el hambre nerviosa ocurre con frecuencia, primero debe comprender si es manejable o si se está convirtiendo en algo que merece la atención de un profesional.

Para entender esto tienes que ponerte a prueba: intenta reemplazar el impulso de arrojarte sobre la comida con cualquier otra cosa que te dé placer.

Un baño caliente, una salida con un amigo, un libro que te guste.

O intenta salir a caminar y dejar que el ritmo de tus pasos te ayude a lidiar con el estrés que te dio esa sensación de vacío sin pedir ayuda a la comida.

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